Tomemos a Pedro, por ejemplo. Él era un pescador con un temperamento explosivo que cometía errores con frecuencia quedando como tonto, pero Jesús le confiaba a Pedro un liderazgo del que nadie más era capaz. Él veía que Pedro podía hacer mucho más de lo que le daban crédito. Esto nos hizo preguntarnos cómo prioriza la gente común. ¿Cómo nos comparamos con Jesús? Bueno, empezamos por intentar comprender cómo nos vemos a nosotros mismos. Preguntamos si las personas tienen las prioridades correctas en sus vidas. Resulta que el 86 % de la gente dijo que sí. Pero cuando hacemos la misma pregunta refiriéndonos a los demás, parece que no nos damos el beneficio de la duda los unos a los otros. Solo el 28 % piensa que la gente que los rodea tiene sus prioridades bien alineadas.
¿Pero son en realidad tan diferentes nuestras prioridades? No tanto como piensas.
A la cabeza de muchas de las listas de prioridades están los seres queridos. El 90 % de la gente dijo que sacrificaría su beneficio personal para el beneficio de quienes aman. El 90 % no es una facción pequeña: la mayoría de nosotros estamos en realidad en la misma página. Y la mayoría de nosotros nos identificaríamos a nosotros mismos como estando en la misma página que Jesús.
Verás, el 68 % de la gente está de acuerdo en que Jesús podría haber usado su habilidad, su poder o su influencia para su propio beneficio, pero no lo hizo.
Y otro 78 % de la gente está de acuerdo en que Jesús usó su poder y fama para ser un ejemplo para quienes compartirían su mensaje. La mayoría de nosotros pensamos que Jesús renunció a la oportunidad de riqueza, poder e influencia para asegurarse de que la gente a su alrededor también aprendiera a vivir desinteresadamente hacia los demás. Lo más interesante de todo esto es que Jesús actuaba de la manera en que la mayoría de nosotros quisiéramos actuar.
Ahora bien, que si actuamos realmente de acuerdo con nuestras prioridades declaradas, eso una pregunta distinta. Para la mayoría de nosotros, nuestro deseo inherente es vivir nuestras vidas de una forma que ponga a las personas que amamos por encima de nosotros. Jesús simplemente era muy bueno en vivir sus prioridades y alentar a los demás a hacer lo mismo. Tal vez podamos ver a Jesús como un ejemplo de cómo poner en acción nuestras prioridades, recordando a la vez que nuestras prioridades no son tan diferentes de las de los demás ni mucho menos del enfoque de Jesús.