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Jesús estaba harto de la política, también.

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En la época de Jesús, las comunidades estaban profundamente divididas por diferencias implacables en creencias religiosas, posiciones políticas, inigualdad de ingresos, situación legal y diferencias étnicas. ¿Te suena familiar?

Jesús también vivía en medio de una guerra cultural. Y aunque los sistemas políticos eran diferentes (no eran democracias representativas); la codicia, hipocresía y opresión que diferentes grupos usaban para salirse con la suya eran bastante similares.

Describamos la escena.

Jesús nació en el apogeo del poderío del Imperio romano. Los romanos habían conquistado a la mayoría del mundo conocido e Israel no fue la excepción. A diferencia de otros imperios que habrían intentado desplazar el gobierno y la cultura existente por la suya, los romanos no forzaban sus creencias a los conquistados, siempre y cuando éstos mantuvieran sus obligaciones hacia el imperio. Roma habría de instituir un rey cliente (gobierno títere) y de exigir tributo (impuestos) de varias maneras. A las familias se les cobraba impuestos por persona, a los agricultores sobre sus cultivos, a los pescadores sobre sus pescas y a los viajeros se les cobraba tarifas para usar las calles. Y todo esto por encima de los impuestos a los negocios e impuestos religiosos que cobraban los sacerdotes.

En Israel, no existía separación alguna entre las facciones políticas y las religiosas. En aquel entonces, contaban con fariseos y saduceos. Hoy día, contamos con conservadores y liberales.

Los fariseos eran los líderes más religiosamente conservadores. Éstos creían que algún día vendría un rey a liberar a Roma. Tenían una influencia inmensa sobre los trabajadores pobres, que eran la mayoría y no contaban con el privilegio de una educación. Controlaban a los mismos por medio de reglas y requerimientos extras, designados a forzarlos a adoptar una postura de subyugación.

Los saduceos eran aristócratas adinerados con intereses financieros en el gobierno romano. Éstos estaban a cargo del templo y, a diferencia de los fariseos, no creían que vendría un rey a salvarlos. Los saduceos se hicieron ricos imponiendo impuestos y tarifas injustas a la labor de su propia gente y forzando a los pobres a pagar precios exorbitantes para participar en los sacrificios del templo: una parte crítica de su religión.

Además de estos dos grupos, estaban los zelotes. Éstos se escondían en las montañas y se resistían violentamente a la ocupación romana. Y, por último, los samaritanos, oprimidos y marginados por sus identidades raciales y étnicas.

Y así, las familias agricultoras, pescadoras y artesanas vivían en un periodo político altamente volátil. Los líderes religiosos autoritarios los detestaban y oprimían; las élites adineradas los estafaban; tenían tensiones raciales y étnicas con sus vecinos, y estallidos esporádicos con el ejército.

Entonces, ¿dónde estaba Jesús en todo esto? ¿Simpatizaba con las élites religiosas? ¿Con los ricos y poderosos? ¿O empezó un levantamiento para derrocarlos?

Ninguna de las anteriores.

Él fue de pueblo en pueblo, ofreciendo esperanza y una nueva vida, y ejemplificando una manera diferente de vivir y cambiar al mundo. En lugar de perseguir el poder, el dinero o la autoridad religiosa, compartió una manera de vivir radicalmente amorosa.

Y por esta razón, cada uno de estos grupos lo veía como una amenaza. Los fariseos veían su movimiento como una afrenta a su autoridad, que revelaba la hipocresía de lo que practicaban. Los saduceos veían a Jesús como una amenaza a su poder y riqueza porque les revelaba sus artimañas para hacer dinero. Los zelotes rechazaban uno de los temas esenciales del movimiento de Jesús: ama a tu enemigo.

Al final, necesitaría a los tres grupos para que lo mataran. Un zelote (Judas) delató su ubicación a quienes buscaban arrestarlo, los saduceos lo trajeron frente a los romanos para ser ejecutado y cuando éstos no encontraron crimen alguno, los fariseos movilizaron al público en favor de la ejecución, forzando la mano del gobierno romano.

¿No es gracioso cómo los adversarios políticos pueden unirse para destruir a un enemigo común que amenaza sus planes? Pero a pesar de todos sus esfuerzos, su ejecución fue solo el principio de un movimiento que continúa impactando al mundo miles de años después. El movimiento de Jesús fue así de impactante porque él se resistió a y rechazó vehemente participar en la política de guerra cultural.

Referencias bíblicas: Mateo 9:35-38, Lucas 19:1-10
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