Todas las imágenes de esta galería fueron tomadas por la fotógrafa artística internacional Julia Fullerton-Batten.
A medida que pensábamos en qué hacer para nuestro comercial de este año, revisamos nuestro anuncio de TV de 2023, «Ama a tus enemigos». Ese comercial se trataba de Odio y División. En definitiva, era sobre el orgullo. El orgullo dice, «Yo tengo razón y tú estás equivocado». Cada imagen mostraba a personas en un estado de contención orgullosa, ya fueran políticos gritando en un debate o padres peleando en un partido de fútbol juvenil.
Así que pensamos que tal vez este año debíamos centrarnos en una temática inversa a la del comercial del año pasado —una construida sobre la premisa del Amor y de la Unidad—. Y con un año electoral venidero que estará lleno de división y desdén, decidimos enfocarnos en una de las directivas más importantes dadas por Jesús: Ama A Tu Prójimo.
A medida que explorábamos ideas creativas, recordamos la historia de Jesús lavando los pies de sus discípulos y nos dimos cuenta de que éste era el ejemplo perfecto de cómo debemos tratarnos unos a otros, incluso a las personas con las que no coincidimos. Jesús lavó los pies de Pedro, un amigo leal que, un poco más tarde esa misma noche, negaría públicamente conocer a Jesús. Y aún más asombroso, Jesús lavó los pies de Judas Iscariote, quien lo traicionaría por treinta piezas de plata.
Entonces, ¿por qué Jesús lavó los pies de amigos y enemigos por igual? ¿Qué les estaba enseñando a ellos entonces y qué nos está enseñando a nosotros ahora?
En la antigüedad, muchos viajeros viajaban a pie en sandalias o incluso descalzos. Los caminos polvorientos y senderos rocosos dejaban sus pies cubiertos de mugre o de barro. Al llegar a su destino, un anfitrión a menudo traía un recipiente con agua para lavar los pies de los viajeros cansados. Era un gesto de bienvenida y bondad, y por supuesto, una manera práctica de mantener la suciedad fuera de casa. Y en las casas de los ricos o poderosos, lo más probable es que esto lo hiciera un sirviente, un esclavo, o la esposa del anfitrión.
Pero Jesús llevo esto un paso más lejos. Durante su última cena con sus seguidores más cercanos, Jesús tomó un tazón, lo llenó con agua y comenzó a lavar los pies de sus doce discípulos con un trapo. Pero esta no era la limpieza tradicional después de un viaje. Jesús estaba usando el lavado de pies para hacer énfasis en algo más grande: un símbolo para que todos sus seguidores vieran cómo debían tratarse unos a otros.
Los discípulos consideraban a Jesús no solo su maestro o líder religioso, sino que la mayoría incluso lo reverenciaba como el Mesías prometido —un rey muy esperado quien, según su profecía, liberaría a Israel se sus opresores, en ese tiempo, los romanos—. Cuando Jesús ofreció lavar los pies de sus discípulos, iba tan en contra de la forma de pensar que algunos inicialmente rechazaron su oferta. Pero Jesús explicó, «Pues, si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros». Juan 13:14. Jesús no solo les estaba enseñando que un verdadero líder debe estar dispuesto a humillarse y servir a todos, sino que ellos también debían estar dispuestos a lavarse los pies unos a otros. El lavado de pies requería humildad de ambas partes: de quien estaba dispuesto a lavar los pies de alguien más y también de aquel dispuesto a que se los lavaran. Era un acto de admiración mutua. Jesús estaba eliminando cualquier noción de rango o casta entre sus discípulos.
El lavado de pies requiere agacharse, incluso arrodillarse ante otra persona. Si bien esta postura parece servil al principio, realmente representa un acto de bondad y generosidad que hace que las acciones de quien lava los pies sean nobles. Ese siempre fue el modo de Jesús: poner a los demás primero y por último a sí mismo. Previamente enseñó, «El más importante entre ustedes será siervo de los demás. Porque el que a sí mismo se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido». Mateo 23:11-12. Jesús estaba poniendo esa misma enseñanza en práctica.
Fueron estas palabras y acciones de Jesús las que nos inspiraron. Empezamos a imaginar un mundo donde aquellos con ideologías diferentes estuvieran dispuestos a dejar a un lado sus diferencias y lavarse los pies unos a otros. ¿Cómo se vería eso? ¿Cómo cambiaría nuestro mundo contencioso si nos laváramos los pies unos a otros, no literalmente, sino figurativamente? El lavado de pies figurativo puede ser tan simple como darle un cumplido a un colega o pagarle el almuerzo a alguien. También puede ser tan difícil como no responderle a alguien que te está criticando o como contactar a un miembro familiar distanciado. Los actos de bondad que surgen de la humildad y el respeto hacia otra persona podrían considerarse el equivalente al lavado de pies.
Honestamente, las imágenes de las personas lavándose los pies unas a otras se ven un poco extrañas o desconcertantes al principio porque no es algo que sea parte de nuestras costumbres de hoy en día. Pero también hay algo hermoso y profundo en cada imagen. Nuestro deseo es que nuestros nuevos comerciales estimulen tanto la discusión como la autorreflexión individual sobre «¿quién es mi prójimo?» y sobre cómo cada uno de nosotros puede amar al prójimo aun cuando haya diferencias y servirnos los unos a los otros con bondad y respeto.