Ama a tu prójimo. Esa es una de esas frases que se usan tan frívolamente que cuando la escuchas, es fácil no prestarle atención. Ha perdido su significado. Y eso es una gran pena porque la sugerencia de amar a tu prójimo es una sugerencia poderosa que apasionaba a Jesús. Y te advertimos: él no era ambiguo en lo más mínimo sobre lo que eso significaba.
«Ama a tu prójimo como a ti mismo» no era algo que Jesús se inventó. Esto ya existía mucho antes que él y estaba escrito en la ley judía. Así que cuando Jesús confirmó que amar a tu prójimo como a ti mismo era de suma importancia, no estaba diciéndole nada nuevo a su audiencia. Es cómo él sugirió que amaramos a nuestro prójimo y a quién definió como tal lo que era radical.
Alguien simplemente le preguntó: «¿Quién es mi prójimo?». Y Jesús respondió con una historia que no solo contestaría esa pregunta sino mucho más. El planteó la escena: un hombre está viajando de una ciudad a otra por un camino cuando es atacado por unos ladrones que lo dejaron mal herido, lo golpearon hasta casi matarlo. Durante las próximas horas, tres hombres lo ven muriéndose a la orilla del camino. Los primeros dos, quienes resulta que eran miembros de su misma raza y comunidad, pasaron sin detenerse. El tercero, un hombre de origen y raza diferentes, uno quien debió haber odiado al hombre tirado en el suelo según las normas culturales de la época, decide cuidar de él. Le venda sus heridas y luego se lo lleva a una posada, donde le paga de su propio bolsillo al posadero para que cuide del hombre herido y promete volver para ver cómo sigue, pagando cualquier cosa extra.
Así que a Jesús se le preguntó sobre el prójimo y contó una historia de viajeros. Parece extraño al principio, pero estaba diciendo que el prójimo no solo es la gente de tu comunidad que conoces y amas. El término abarca muchísimo más. Todos con los que interactúas, ya sea que los conozcas, te agraden, te parezcas a ellos o no, son tus prójimos. Y a la vez se cercioró de incluir algo de tensión racial en su ejemplo para asegurarse de que supieran exactamente a lo que él se refería con todos.
¿Y cómo se supone que debemos amar a nuestro prójimo? La respuesta de Jesús es realmente difícil pero muy clara: cambiando completamente nuestros planes y nuestro camino para ir más allá de lo que se espera al cuidar de la gente sin esperar nunca nada a cambio. Por la forma en la que Jesús hablaba sobre ello, amar a tu prójimo es totalmente inconveniente, extremadamente altruista y casi imposible de hacerlo bien todo el tiempo.
Si eso suena difícil de poner en práctica, debes saber que Jesús también apreciaba los pequeños actos de bondad y generosidad. Hay una historia breve donde Jesús ve a dos personas regalando dinero. La primera es un hombre rico quien da una gran suma de dinero y hace de ello todo un espectáculo. La segunda es una viuda pobre quien da tan solo una moneda. Jesús señala a la viuda y elogia su generosidad porque aunque su ofrenda fue pequeña, la dio aún a pesar de tener poco dinero a su nombre. La economía de Jesús es al revés. No le importan los números grandes ni los resultados ostentosos. Le importan las intenciones. Es una economía de bondad, no de dinero. Si todo lo que puedes conseguir es una pequeña muestra de generosidad cada día, debes saber que eso hace una diferencia.
Eso es lo que estamos tratando de hacer a pequeña escala con nuestros productos: reflejar una economía que opera con compasión y que exhorta a la gente a ser intencionalmente bondadosa. Si quieres una camisa, no tienes que pagar ni un centavo, pero te pedimos que te tomes en serio el precio y te esfuerces en pagarla amando a tu prójimo. Va a valer la pena, te lo prometemos.