Trescientas cincuenta millas. Esa es la distanciade un viaje por carretera desde Denver hasta Oklahoma City. Es la longitud de más de 6,000 campos de fútbol americano colocados uno tras otro. Es la altura de aproximadamente 64 montes Everest apilados uno sobre el otro. También es la distancia que Jesús y su familia recorrieron para huir de Belén. No en camello, ni a caballo ni en ningún otro medio de transporte. Viajaron a pie.
Hicieron lo inimaginable para escapar de un líder autoritario y despiadado, el rey Herodes, quien gobernó una Judea ocupada por los romanos desde el año 37 a. C. hasta el 4 a. C. Poco después del nacimiento de Jesús, el rey Herodes, impulsado por la inseguridad y el temor de que Jesús lo derrocara algún día, decretó que todos los niños menores de dos años fueran asesinados. Cuando María y José se enteraron de su malvado plan, tomaron al niño Jesús y huyeron de su hogar hacia Egipto. Esta es la historia que inspiró nuestro comercial «Refugiado».
Su viaje refleja a los miles de refugiados y solicitantes de asilo de hoy en día, quienes enfrentan miedo, incertidumbre, violencia y hasta cosas peores. Eventualmente, Jesús y su familia regresaron a casa, pero es más que probable que esa experiencia haya quedado grabada en Jesús y que haya moldeado su compasión por los demás. Él sabía de primera mano lo que era ser un forastero y los retos que eso conlleva.
Décadas más tarde, Jesús pronunció uno de sus sermones más famosos, en el que habló sobre «los más pequeños», refiriéndose a las personas vulnerables, ignoradas e indefensas de la sociedad. Jesús les recuerda a sus oyentes que «si haces algo contra esta gente, lo haces contra mí».
Aquí, vemos la empatía de Jesús en todo su esplendor. No solo abogaba por que los demás fueran compasivos con los «más pequeños», sino que también se comparaba con ellos porque sabía cómo se sentían, cómo vivían. Sus experiencias a lo largo de su vida adulta refuerzan eso, pero sus primeros días como refugiado podrían haber sido cuando comenzó su empatía radical.
Dos mil años después, sus enseñanzas siguen siendo tan relevantes ahora como lo eran entonces. ¿Cómo podemos practicar la misma empatía radical que Jesús enseñó hace un milenio? E incluso cuando otros no la practican, ¿qué tan diferente sería nuestra sociedad si nosotros la practicáramos de todos modos?



