Todas las imágenes de esta galería fueron tomadas por la fotógrafa artística internacional Julia Fullerton-Batten.
Así que ¿quién es mi prójimo?
¿Recuerdas la regla de oro? ¿Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti? Pues, Jesús tenía una versión de ella: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Él no fue el primero en decirlo —estaba escrito en la ley judía— pero nos confirmó que era una de las cosas más importantes que debemos hacer, una de las claves principales para una vida plena. Así que ¿quién es mi prójimo?
A Jesús le preguntaron exactamente lo mismo y su respuesta aclaró bastante cosas. Él contaba una historia: un hombre camina por la calle cuando es asaltado por ladrones que lo golpean, casi hasta matarlo. Un poco más tarde, un sacerdote que camina por la calle —un sacerdote de la misma etnia y religión del moribundo— lo ve allí tirado y pasa sin prestarle atención. Más adelante, otro hombre santo de características similares también pasa al lado del moribundo sin hacerle caso. Finalmente, un hombre samaritano —un completo extraño de una cultura históricamente enemiga del pueblo judío— se acerca y le venda sus heridas, lo monta sobre su burro, y lo lleva a una posada donde paga de su propio bolsillo para que el moribundo pueda hospedarse allí y sanar.
A Jesús se le preguntó sobre el prójimo y contestó con una historia de viajeros. ¿Por qué? Porque tu prójimo no es solamente con quiénes vives y pasas tu tiempo. Tu prójimo es cualquiera con quien interactúas. Ya sea si a esa persona la conoces, te cae bien, te pareces a ella o no, es tu prójimo. Los judíos y los samaritanos a menudo se odiaban entre sí. Tenían una larga historia de enemistad. Jesús pintó una imagen de opuestos extremos.
¿Alguna vez has estado en el aeropuerto y te sentaste frente a alguien que sabes con certeza que no estaría de acuerdo con ninguna de tus creencias fundamentales? Te das cuenta solo por la forma en que viste, el libro que lee, la comida que trajo a la puerta de abordaje —tu percepción del mundo y la suya seguramente sean incompatibles—. ¿Te estás imaginando a esa persona? Excelente. Ese es tu prójimo. Y también lo es el hombre que pide limosna en el semáforo. Y el miembro de la familia que está distanciado. Y la persona que esperas no se mude junto a tu casa. Todos ellos son tu prójimo.
Entonces, la segunda parte de la ecuación es averiguar lo que significa amar como a ti mismo a todos aquellos que son tu prójimo. Aquí es donde se pone difícil. En la historia que Jesús contó, amar a nuestro prójimo requiere alterar nuestros planes y nuestro camino para ser bondadosos con la gente sin esperar nada a cambio. De la forma en que él habló de ello, amar a tu prójimo es un gran inconveniente, de extrema generosidad y prácticamente imposible de hacer bien todo el tiempo.
Pero a Jesús no parecía importarle que lo hiciéramos a la perfección. Sus enseñanzas sugieren que él quería que consideráramos nuestras intenciones y nos esforzáramos para actuar basándonos en la empatía. Eventualmente, amar a nuestro prójimo es una acción que puede volverse intuitiva. ¿Y cómo podemos lograr eso? Hay tres pasos sencillos que pueden ayudar. Cuando Jesús contó esa historia y mencionó al samaritano caminando por la calle, seguramente la multitud se tensó. Muchos odiaban a los samaritanos. Pero Jesús sorprendentemente hizo del samaritano un héroe, probablemente mostrando que el primer paso para ser buen prójimo es evitar juzgar a los demás. Jesús no enseñaba a odiar ni a asumir lo peor.
Otra clave está en la palabra prójimo. En griego, el lenguaje en que esta historia se escribió, la palabra es plesion, que simplemente significa «cerca». El hombre samaritano, a quien Jesús pone como ejemplo de buen prójimo, se aproxima al moribundo. Se acerca. Los otros dos pasan de largo por la calle. Así que el segundo paso es practicar acercarnos a las personas que de otro modo evitaríamos. Conversar con ellas. Escuchar sus perspectivas.
Imagina por un momento si la gente que aparece en el video hiciera eso: si se escucharan los unos a los otros como prójimo. Quizás no se pondrían de acuerdo, pero seguramente se convertirían en mejores prójimos —al acercase y escuchar—.
Y la clave final está en cómo el hombre samaritano suspende todo para cuidar del moribundo. Es un ejemplo extremo, pero en esencia, el hombre pone las necesidades de otro por encima de las suyas. El paso tres es elegir la humildad. Ponerte en el lugar de la otra persona y atender sus necesidades como atenderías las tuyas. Jesús ejemplificó esto lavando los pies de sus discípulos —el maestro humillándose ante sus alumnos—. Jesús no se enceguecía por prejuicios apresurados, y el samaritano tampoco. Ambos se acercaron y pusieron las necesidades del prójimo por encima de las suyas. Ellos amaban a su prójimo. ¿Cómo serían las cosas si todos nos esforzáramos por amar al nuestro?
Referencias Bíblicas:
Lucas 10:25-37; Juan 13:1-17